Walt Whitman, inmenso e inmortal
Por: Simeón Arredondo - VIPRENSA | 23 de julio 2024
La lírica estadounidense tuvo durante el
siglo XIX uno de sus más grandes representantes, con cuya labor
literaria marcó un antes y un después en el quehacer poético de esa
nación, que, a la sazón, vivió importantes episodios de su historia.
Walt Whitman, llamado el padre del verso libre, el poeta de América, el
padre de la poesía estadounidense moderna, etc. se erigió como un
monumento de la creación poética que habría de tener una notable
influencia en las generaciones siguientes, tanto en su propio país como
allende las fronteras.
Al romper con una serie de paradigmas que hasta entonces enjaulaban el
proceso escritural en el ámbito de la poesía, su labor literaria se
destacó por encima de muchos contemporáneos y de muchos antecesores. El
uso de términos hasta el momento “prohibidos” en la creación poética es
uno de sus aportes más notables.
Creía firmemente en la unidad del alma y el cuerpo, aunque resulte
paradójico, contraproducente, increíble, inaceptable. Pero sus versos no
dejan lugar a otra interpretación. Es un reflejo de uno de los
movimientos que abrazó, y que floreció en su época, el
trascendentalismo, corriente política, filosófica y literaria que veía
el alma del hombre y de las cosas como un solo ente.
“Ven, dijo mi Alma,
escribamos estos versos a mi Cuerpo (porque somos uno),
para que, si volviera, invisible, de la muerte,
o mucho, mucho después en otras esferas,
reemprendiese mis cantos ante un grupo de compañeros
(y correspondieran a la corteza terrestre, a los árboles y vientos, al
tumulto de las olas),
siguiesen siendo míos, y pudiera contemplarlos todavía
con un sonido de satisfacción; por eso, primero, aquí y ahora,
firmo por el Cuerpo y el Alma, y los antepongo a mi nombre”.
Se rendía culto a sí mismo. Pero no era una forma de vanagloriarse, ni
de importantizar su propia figura, y mucho menos su obra o los múltiples
quehaceres que desarrolló (Recordemos que fue profesor itinerante,
periodista, y que organizaba y preparaba él mismo sus libros, y que
editaba y a veces distribuía él mismo los periódicos que llegó a fundar;
que también hizo de enfermero voluntario en la guerra de secesión o
guerra civil de los Estados Unidos, entre varias cosas más), sino que,
en él, le rendía culto a los demás, a sus semejantes.
Cantándose a sí mismo, le cantaba y alababa al prójimo. Lo que significa
que Whitman veía en él a las personas que le rodeaban, a aquellos con
quienes convivía, y por qué no, podríamos decir que veía a la humanidad.
Pero al cantarse a sí mismo, Whitman no sólo le cantaba o elogiaba a las
demás personas. También a su país, a la patria, a su entorno, a la
historia de su nación y a sus ancestros. También a la naturaleza y a las
cosas que le circundaban. La mejor evidencia de ello es su genial y
trascendental poema “Canto a mí mismo”, del que a continuación
reproducimos un fragmento.
“Yo me celebro y me canto,
y cuanto hago mío será tuyo también,
porque no hay átomo en mí que no te pertenezca.
Holgazaneo, e invito a mi alma.
Holgazaneo, a mi antojo, y me paro a observar una briza de
hierba estival.
Mi lengua, y hasta el último átomo de mi sangre, están formados
por esta tierra, por este aire;
nacido aquí, de padres nacidos aquí, lo mismo que sus padres, y
lo mismo que los padres de éstos…”.
En “Canto a mí mismo”, contenido en el libro “Hojas de yerba”, Whitman
no deja lugar a dudas sobre su convicción de lo que él era y de lo que a
su juicio significaba la humanidad y el conjunto de pequeñas cosas que
comparten el universo con ésta. Aunque para algunos su poema más
importante es “¡Oh Capitán! ¡Mi capitán!”, en mi opinión, “Canto a mí
mismo” es su poema más trascendental, no por su extensión, sino por su
contenido y por su estructura.
Pedro Mir escribió en 1952 un extenso poema titulado “Contracanto a Walt
Whitman”. Con la pieza el Poeta Nacional de la República Dominicana
rinde un fastuoso homenaje a Whitman. Del mismo, quiero destacar la
siguiente estrofa:
“Y un día
(¡Oh, Walt Whitman de barba insospechada…!)
al pie de la palabra
yo
resplandeció la palabra
democracia.
Fue un salto.
de repente,
el más recóndito yo
encontró su secreto beneficio”.
Reproduzco aquí esta estrofa del “Contracanto a Walt Whitman” porque en
ella se encierra la esencia del criterio y de los anhelos del poeta
estadounidense manifestados en la alegría de sus versos.
Es raro encontrar tristeza y desaliento en la poesía de Walt Whitman.
Por el contrario, su obra está repleta de motivación, de optimismo y de
esperanza. Verbigracia el poema “No te detengas”. Esta composición es un
himno a la certidumbre. El vate nos impregna la piel y el alma de
confianza y certeza. Veamos algunos de los versos que se despliegan en
el poema.
“No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños”.
(…)
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
(…)
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
(…)
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
(…)
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas”.
Cada verso es un mensaje de aliento, de ánimo, lo que termina
constituyendo el poema en una necesaria arenga para la vida.
Del mismo modo Whitman escribió a la vida, a la juventud. Contrasta la
energía de la juventud con algunas de las circunstancias del ocaso o de
la adultez madura. Pero es notable que mantiene el optimismo, el vigor,
la esperanza a pesar del paso de los años. A pesar del irreversible
ocaso. En el poema “Juventud, día, vejez y noche”, nos cuenta:
“Juventud, vasta, lozana, amorosa; juventud llena de gracia,
fuerza y fascinación.
¿Sabes que la Vejez puede venir en pos de ti con la misma gracia,
fuerza y fascinación?
Día florido y espléndido, día en que brilla un sol inmenso, día
de acción, ambición y risa.
La Noche te sigue de cerca con un millón de soles, y sueño, y
una oscuridad reparadora”.
Aquí el vate norteamericano hace galas de su confianza en las cosas, en
los acontecimientos. Reconoce, por ejemplo, que la vejez
indefectiblemente llegará, sin embargo, entiende que “puede venir (…)
con la misma gracia,
fuerza y fascinación” que la juventud. Y lejos de lamentar lo negativo
del suceso, destaca y celebra los aspectos positivos. En vez de ver la
noche, o la oscuridad como monstruos, recurso frecuentemente usado por
casi todos los poetas para manifestar dolor tristeza, tragedia,
desolación, etc., toma lo bueno de ellas para incorporarlo a su canto
generando un efecto inverso al tradicional: “La Noche te sigue de cerca
con un millón de soles, y sueño, y una oscuridad reparadora”.
Además, lo hace combinando dos figuras retóricas potentes que dotan de
gran expresividad y belleza al texto en su parte final. Se trata de la
hipérbole (un millón de soles) y de la paradoja (La Noche te sigue de
cerca con un millón de soles). En el mismo verso se aprecian al menos
tres figuras literarias más: Prosopopeya o personificación (La noche te
sigue), metáfora (una oscuridad reparadora) y polisíndeton (y sueño, y
una). Este derroche de recursos suele dar a los textos de Walt Whitman
una singular fuerza poética.
Otro rasgo distintivo en la poesía de Whitman es que por lo regular en
sus escritos encontramos la presencia de la rutina de la vida,
manifestada de una u otra manera. Esa cotidianidad que acompaña a todo
ser humano, y que, por lo regular, es más marcada en los entes que son
muy activos, o muy dinámicos, como ha de suponerse que fuera nuestro
poeta. El poema “Sube orgullosa la marea” es una buena muestra de ello.
“Sube orgullosa la marea: grita, espuma, avanza;
se mantiene henchida mucho tiempo, ancho el pecho, desbordante;
todo palpita, se dilata: las granjas, los bosques, las calles de las
ciudades, los trabajadores;
velas mayores, gavias y foques se divisan en el mar, y los gallardetes
de humo de los vapores, que, bajo el sol matinal,
con su cargamento de vidas humanas, zarpan, alegres, o
arriban, alegres,
luciendo en los mástiles la bandera bienamada”.
No son escasos los escritores que apalancan sus inspiraciones en la
cotidianidad, sin embargo, en Whitman la cotidianidad se apoya a su vez
en las cosas sencillas. Esas que otros muchas veces no ven, quizás
porque miran hacia el cielo con mucha frecuencia. Walt Whitman mirando
hacia abajo, o en horizontal, las descubre y éstas flechan a las musas.
“Valora la belleza de las cosas simples. /
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas”, afirma.
Por todo lo antes dicho, y por muchas cosas más que ahora no podemos
decir por razones de tiempo y de espacio, mi conclusión es que cuando
hablamos de Walt Whitman, ese que Pedro Mir definió como “infinito y
luminoso” en el supracitado poema, no sólo hablamos de “un cosmos” o de
“un hijo de Manhattan”. También estamos hablando de un ser humano, de un
poeta inmenso e inmortal.
Simeón Arredondo
Poeta y escritor dominicano residente en España
simeonarredondo@gmail.com