Henry
Montero
El 10 de septiembre es el Día mundial para la Prevención del
Suicidio. Es por ello que, en este mes, de modo especial, debemos
unirnos para reconocer y motivar las iniciativas relacionadas con
este grave problema de salud que cuesta la vida, cada año, a unas
800 mil personas en todo el mundo.
Según datos publicados por organismos de Salud y Epidemiología de
nuestro país, durante el primer trimestre del 2020 se reportaron 139
suicidios. Eso equivale a que, en 90 días, 1.5 personas tomaron la
decisión de quitarse la vida en República Dominicana. La mayor
cantidad de suicidios fueron ejecutados por personas con edades
entre 30 y 49 años, con un total de 86 casos; seguido de 50 a 69
años, con 57; y de 18 a 29, con 53.
El suicidio se define como el acto por el cual un individuo, sin
importar su sexo, edad, condición económica ni cultural, decide
quitarse la vida de forma intencional. El suicidio es un problema de
salud pública y hay que tomarlo en serio. Los efectos del suicidio
van más allá de la persona que lo protagoniza, pues tiene un
lamentable y duradero impacto en su entorno. Según un cotejo
investigativo realizado por el autor de estas líneas en fuentes
diversas, se estima que cada suicido afecta de forma directa de seis
a catorce familiares o amistades, con el consiguiente impacto
negativo también a nivel comunitario.
Entre las causas encontradas por las cuales una persona puede tomar
la decisión de acabar con su vida, destacan en primer lugar las
asociadas con la salud mental, pero no es prudente generalizar, pues
estas pueden cambiar en cada país o región según los factores
sociales, psicológicos y culturales. La actual situación del
Covid-19 a nivel mundial, con sus requerimientos de aislamiento
social obligatorio, y la debacle económica que afecta empleos y
demás, es de hecho un nuevo detonante, en muchos sentidos, para esta
triste realidad.
En ese sentido, en RD, existe el llamado Plan Nacional de Salud
Mental 2019-2022, lanzado por el Ministerio de Salud, a través del
Departamento de Salud Mental. El plan establece una visión y
abordaje integral, para la reducción de la morbilidad, discapacidad
y mortalidad asociada a los trastornos mentales y la disminución de
las brechas de atención. Priorizar y reforzar tal plan, en este
tiempo de pandemia, resulta vital.
¿Por qué algunas personas se vuelven suicidas y otras, con factores
de riesgo similares, no?
La mayoría de las personas con factores de riesgo de suicidio, no
llegan a cometerlo. Sin embargo, el comportamiento suicida es
complejo. Las investigaciones sugieren que los proclives al suicidio
pueden reaccionar a los eventos, pensar y tomar decisiones de manera
diferente al resto. Tales diferencias se profundizan ante agravantes
como la depresión, el abuso de sustancias, la ansiedad, el trastorno
límite de la personalidad y la psicosis. Es importante tener en
cuenta todos los factores de riesgo; y atender, especialmente, a
quienes den señales de advertencia, pues pueden estar en mayor
peligro y requerir atención inmediata.
¿Quién está en riesgo de suicidio?
El suicidio no discrimina. Personas de todos los géneros, edades y
etnias pueden estar en riesgo.
Los principales factores de riesgo son:
• Un intento de suicidio previo.
• Depresión y otros trastornos de salud mental.
• Trastorno por abuso de sustancias.
• Antecedentes familiares de un trastorno de salud mental o por
abuso de sustancias.
• Antecedentes familiares de suicidio.
• Violencia familiar, incluido el abuso físico o sexual.
• Tener pistolas u otras armas de fuego en el hogar.
• Estar en prisión o en la cárcel.
• Estar expuesto al comportamiento suicida de otros, como un miembro
de la familia, un compañero o una figura de los medios.
• Enfermedad física.
• Tener entre 15 y 24 años, o más de 60.
Mas, como se mencionó anteriormente, incluso entre las personas con
factores de riesgo de suicidio, la mayoría no lo intenta. Por ello
es muy difícil predecir qué, o quién, actuará sobre los pensamientos
suicidas.
Si le preguntas a alguien sobre el suicidio, ¿se le mete la idea en
la cabeza?
Preguntarle a alguien sobre el suicidio no es perjudicial. Existe el
mito común de que preguntarle a alguien sobre el suicidio puede
poner la idea en su cabeza. Esto no es verdad. Varios estudios que
examinan esta preocupación han demostrado que preguntar a las
personas sobre pensamientos y comportamientos suicidas no induce ni
aumenta dichos pensamientos y experiencias. De hecho, preguntarle a
alguien directamente: “¿Estás pensando en suicidarte?”, puede ser la
mejor manera de identificar si está en riesgo.
Dada la sensibilidad del tema, lo alarmante de las cifras y la
actual situación pandémica, que provoca mayor vulnerabilidad de la
salud mental de la población, exhortamos al nuevo gobierno,
presidido por el Lic. Luis Abinader, y a las autoridades de Salud
Pública, a reforzar el Plan Nacional de Salud Mental 2019-2022, que
integra entre sus objetivos programas para la prevención de la
conducta suicida. Se hace necesario crear más agentes capacitados en
ese sentido, porque al evitar un suicidio, y salvar una vida, se
están “salvando”, en verdad, más de una decena.
En un artículo de la colega Altagracia de Jesús Martínez, titulado
Hacia dónde va la salud mental del pueblo dominicano, esta cita
datos del Atlas de Salud Mental de la OMS, que explicita que, por
ejemplo, para 2013, “el gasto per cápita en RD en esa área apenas
llegó a los US$0.09 (RD$4.09). La inversión per cápita total en
salud ese año fue sólo de US$315, (RD$15.57)”.
Un estudio oficial reconoce que, para 2010, la inversión en salud
mental constituía el 0.61% del gasto sanitario total, uno de los más
bajos en la región. En 2017, en su punto más alto, el gasto en
atender los trastornos psicológicos en RD sólo alcanzó el 0.73% del
gasto sanitario total, cifra que “resulta insuficiente para
compensar el límite inferior de los costos asociados”.
En busca de soluciones para esta problemática, sería conveniente que
el nuevo gobierno lograra, por ejemplo, que el Seguro Nacional de
Salud (SeNaSa), cuente con una red de psicólogos y psiquiatras
contratados a nivel nacional, y que incluya en su catálogo las
terapias y los estudios diagnósticos relacionados con la salud
mental.
Se precisa, urgente, la elaboración de un plan que promueva una
reforma en el modelo de atención en esta sensible área, ofreciendo
así servicios de salud integrales, enfocados en la persona, que
prioricen la prevención y rehabilitación de los individuos y
fomenten su reinserción en la sociedad.
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